En 2011, Gloria T. Dauden escribió un relato erótico ambientado en museos y lleno de personajes de obras pictóricas y escultóricas. Durero era el centro de atención narrativo y erótico del texto.
¿Lo has leído ya? Es el relato que dio título al libro y uno de los que más han gustado a los lectores.
Gloria lo denomina como una "orgía pictórica" y sigue siendo uno de los textos a los que tiene más cariño. Es el relato que la metió en la aventura de lo erótico-fantástico que siguió practicando en "A mis brazos" (relato erótico y steampunk que publicará Ediciones Nevsky en "The Best of Spanish Steampunk" ) y en los cuentos que componen la obra aún inédita FAE: el libro de las fantasías eróticas.
Empieza así:
"Cada noche tenía el mismo sueño, andaba desnuda por el suelo frío de
una sala de museo. A veces era el Prado; otras, el Arqueológico de
Atenas; otras, el Hermitage, la Tate, o incluso una simple amalgama de
uno u otro museo.
Yo notaba el frío en las plantas de los pies, pero sobre mi piel el
aire era cálido como el abrazo de un amante. Tras avanzar por un par de
salas vacías escuchaba unas risas lejanas, gemidos y el suave golpeteo
de cuerpos contra cuerpos. Aquel sonido endurecía mis pezones y me hacía
tragar saliva mientras aceleraba el paso.
Llegaba entonces a una sala, siempre la misma en todos los sueños.
La galería de espejos del palacio de Versalles. Allí, entre la penumbra
de las velas, encontraba siempre la misma escena, una multitud de
hombres y mujeres semidesnudos o desnudos por completo disfrutando de
mil formas de sus cuerpos. Pero no eran personas corrientes, no. Todos
eran personajes de cuadros o estatuas que yo conocía bien de mis
estudios. Destacaba siempre Antinoo, tan perfecto como en sus
reproducciones de mármol pese al sudor y el desaliño de sus rizos;
también Afrodita, radiante mientras cabalgaba sobre faunos o
emperadores. Pero era otro el que yo buscaba entre la multitud. Durero,
siempre Durero. Los demás personajes cambiaban según él día, pero él
estaba siempre ahí. Su aspecto era idéntico al su autorretrato del
Prado, solo que muchas veces no llevaba más que sus guantes blancos. En
ocasiones me lo encontraba, sentado como quien no quiere la cosa,
contemplando la orgía, otras tomando por detrás a una musa con flores
enredadas en sus cabellos rizados o hundiendo el rostro entre los pechos
de la sensual virgen del díptico de Melun."
El autorretrato de Durero que inspiró el relato.
Para comprar el libro "La Galería de Espejos": TIENDAS